Mi
dedicación, durante más de quince años a investigar las andanzas
de la la familia Larios y sus descendientes, se plasmó en dos
libros, ya publicados, titulados La herencia envenenada del
marqués de Larios y Asesinato, masonería y franquismo.
Entierro de Jiménez Astorga a su paso por la plaza de la Constitución. |
Gracias
a este trabajo pude acceder a otras historias colaterales, como por
ejemplo, la ambivalencia del
sentimiento popular de
los malagueños hacia
los
Larios,
que
encontramos
en el hecho de que ningún miembro de la familia asistió a los
grandes fastos organizados en Málaga
como consecuencia de la apertura oficial de la calle Larios
en 1891. Solo estuvo presente el apoderado de la
Casa Larios,
en aquel tiempo, Antonio
Jiménez Astorga.
La
razón de esta ausencia la encontramos en el miedo de los Larios
a que se repitieran sucesos similares a los ocurridos años antes,
concretamente en el año 1868, cuando España
fue escenario de la denominada revolución de La
Gloriosa,
que destronó a la reina Isabel
II,
y que en el caso de Málaga
llevó
a los obreros de la compañía Industria
Malagueña,
propiedad de los Larios, a dirigirse al palacio de la residencia
familiar para hostigar a sus patronos, quienes para escapar se
encaramaron a los tejados.
De
aquella situación pudieron salir gracias a la intervención de las
fuerzas de orden público y emprender el camino al extranjero, vía Gibraltar, donde
falleció, en París
(Francia), el I marqués de
Larios,
Martín
Larios y Herreros,
en 1873.
De
hecho, Martín
Larios y Herreros,
como consecuencia de los sucesos, ya narrados, relacionados con la
revolución de La
Gloriosa,
no volvió a Málaga
salvo cuando regresó de incógnito para visitar sus posesiones en
Torre
del Mar
(Málaga),
sin pasar por la capital. Entonces, un grupo de obreros de la
compañía pidieron disculpas por los acontecimientos ocurridos años
atrás y, a pesar de que las aceptó, el marqués siguió viviendo en
Francia
hasta su muerte.
Su
ya citado apoderado general, Antonio
Jiménez Astorga,
nacido en Torrox
(Málaga),
recibió doce puñaladas, a plena luz del día 18 de marzo de 1905,
frente a las oficinas de la Luz
Eléctrica,
en la calle Larios,
cuando contaba con 68 años de edad, a manos del presunto anarquista
Salvador Martín Criado.
Jiménez
Astorga muere el día 22 y su entierro, celebrado en la tarde del
día 23, fue calificado de suntuoso por la prensa de la época. Todos
los establecimientos se cerraron y durante el paso del cortejo se
suspendió la circulación de tranvías.
Presidieron
el duelo el obispo, el gobernador, el alcalde, los presidentes de la
Audiencia,
de la Diputación,
Cámaras
de Comercio y Agrícola
y
el
marqués de Castrillo,
en representación de la familia
Larios,
entre
otras
personalidades.
Salvador
Martín Criado fue detenido, juzgado y condenado a la pena de
muerte. Durante la noche del viernes 18 de septiembre de 1906
descargó sobre Málaga una fuerte tormenta. Los trenes
quedaron detenidos, las líneas telegráficas cortadas y aprovechando
el temporal, se escaparon de la cárcel, limando los barrotes de una
ventana y descolgándose por cuerda hasta la calle, seis presos que
ocupaban el dormitorio número 4.
Entre
ellos se fugó Salvador Martín Criado. El suceso produjo una
gran conmoción en la capital malagueña. El 2 de octubre El País
(diario republicano), informaba en su portada de la captura de Martín
Criado, que en lugar de huir se había refugiado en la casa de su
madrastra en la misma ciudad de Málaga.
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