Interpretando el papel de Baltasar en 1974. |
Pocos minutos antes de iniciar la representación llegó la
noticia bomba de que el presidente del Gobierno
había saltado por los aires. Se suspendió toda actividad escolar y fuimos
enviados a nuestros domicilios. Recuerdo
el silencio sepulcral en las calles y una extraña sensación quizá causada por
la elevada fiebre provocada por una simple gripe. El asesinato de Carrero me salvó de ponerme sobre las
tablas sin las condiciones físicas adecuadas para la representación, que luego
se haría tras las vacaciones escolares de aquel año y después de cumplir mis
primeras 15 primaveras.
Tras los primeros momentos de confusión se fue conociendo
que la banda terrorista ETA había
cometido un atentado en la calle madrileña de Claudio Coello. Este atentado, que sería apodado con el nombre de 'Operación Ogro', se cobró la vida del
entonces presidente del Gobierno, el
almirante Luis Carrero Blanco, que
se disponía a iniciar su jornada de trabajo tras acudir a misa en la iglesia de
los Padres Jesuitas de San Francisco de
Borja.
La explosión que detonaron tres miembros de la banda
terrorista hizo que el vehículo en el que viajaba Carrero Blanco saltase literalmente por los aires. Medios de la
época recogieron que la potencia de la explosión fue tal que el automóvil voló
por los aires, chocó en la cornisa superior de la residencia de los Jesuitas y fue a caer dentro de un
patio. Los explosivos detonados también provocaron graves daños en el lugar de
la explosión, desde vehículos y edificios cercanos hasta un enorme cráter en la
calzada de la calle Claudio Coello,
cerca del cruce con la calle Maldonado.
Socavón ocasionado por la explosión. |
El vehículo acabó destrozado. En su interior se encontraban
el almirante Carrero Blanco, su
chófer y un inspector de la Policía
que se encargaba de forma habitual de su seguridad personal. El conductor y el
escolta del entonces presidente del Gobierno
murieron en el acto. En cambio, Carrero
Blanco seguía con vida cuando los servicios de emergencias llegaron hasta
él. Fue trasladado de emergencia a un hospital de la capital, lugar donde moría
escasos minutos después de su llegada.
El cadáver de Carrero
Blanco fue trasladado en una ambulancia a la sede de la Presidencia del Gobierno, donde se
instaló la capilla ardiente. A la mañana siguiente se celebró el funeral, al
que asistieron los entonces príncipes de España,
don Juan Carlos y doña Sofía y numerosas personalidades de
importante relevancia, como el vicepresidente de Estados Unidos, Gerald Ford,
que vino desde Washington.
La muerte de Carrero
Blanco provocó un hondo impacto en la clase dirigente y en la población
española, también en la oposición antifranquista, pues se abría así un espacio
lleno de incertidumbre. “No estalla el pánico, pero se instala el miedo. Y el
silencio”, llegaron a escribir periodistas de la época, aunque en medios de la
oposición se contemplaba el atentado como un paso hacia el final del régimen
franquista.
El asesinato de Carrero
Blanco se producía en un momento en el que decadencia física de Franco, quien ya se veía obligado a
delegar sus funciones, y con la evidente
descomposición del aparato franquista. A pesar de ello, el sector más
inmovilista del franquismo se vio reforzado con este suceso tras el
nombramiento de Carlos Arias Navarro
como nuevo presidente del Gobierno,
un miembro de la línea dura que mantendría este cargo hasta julio de 1976.
Aunque existen diversas teorías sobre los preparativos de la
llamada “Operación Ogro”, avaladas
por documentos desclasificados de los servicios secretos norteamericanos y
españoles que dejan claras las vinculaciones internacionales de los
terroristas.
Los tres etarras que formaban parte del comando Txikia, autor del atentado, eran José
Miguel Beñarán, Aragala; Jesús Zugarramundi, Kiskur, y Javier Larreategi, Atxulo.
Los tres fueron detenidos y condenados por el asesinato, pero indultados tres
años después tras la muerte de Franco.
Como dato aportar que
la proximidad de la embajada de EEUU,
a escasos cien metros del lugar del asesinato, donde el presidente
norteamericano había estado hasta la víspera, hacía muy difícil la preparación
del ataque sin levantar sospechas de los servicios secretos españoles y norteamericanos.
Aunque el comunicado hecho público por la banda terrorista señalaba
explícitamente que no había existido ninguna colaboración de la CIA y explicaba que “Carrero había sido asesinado porque era
una pieza fundamental e insustituible del régimen y representaba el franquismo
puro”.
Sin embargo, documentación de la embajada de EEUU en España desclasificada en 2008 señalaba la colaboración de los
servicios secretos norteamericanos en el magnicidio y explicaba que el mejor
resultado que puede surgir sería que Carrero
desaparezca de la escena.
Por otro lado, el análisis de los explosivos empleados,
tanto en la ejecución material del crimen, como en la segunda bomba colocada en
un vehículo que no llegó a explosionar, apuntan a que la base de Rota, gestionada por los estadounidenses,
fue punto de paso y manipulación de los explosivos.
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