Lo que hace Ramón Triviño: El día de la “Operación Ogro”

sábado, 21 de diciembre de 2019

El día de la “Operación Ogro”

El día 20 de diciembre de 1973, se acaban de cumplir 46 años, me disponía a interpretar el papel del rey Baltasar en el tradicional retablo de Navidad que cada año se representaba, con todo lujo, en el Colegio Decroly de Madrid.

Interpretando el papel de Baltasar en 1974.
Pocos minutos antes de iniciar la representación llegó la noticia bomba de que el presidente del Gobierno había saltado por los aires. Se suspendió toda actividad escolar y fuimos enviados  a nuestros domicilios. Recuerdo el silencio sepulcral en las calles y una extraña sensación quizá causada por la elevada fiebre provocada por una simple gripe. El asesinato de Carrero me salvó de ponerme sobre las tablas sin las condiciones físicas adecuadas para la representación, que luego se haría tras las vacaciones escolares de aquel año y después de cumplir mis primeras 15 primaveras.

Tras los primeros momentos de confusión se fue conociendo que la banda terrorista ETA había cometido un atentado en la calle madrileña de Claudio Coello. Este atentado, que sería apodado con el nombre de 'Operación Ogro', se cobró la vida del entonces presidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco, que se disponía a iniciar su jornada de trabajo tras acudir a misa en la iglesia de los Padres Jesuitas de San Francisco de Borja.

La explosión que detonaron tres miembros de la banda terrorista hizo que el vehículo en el que viajaba Carrero Blanco saltase literalmente por los aires. Medios de la época recogieron que la potencia de la explosión fue tal que el automóvil voló por los aires, chocó en la cornisa superior de la residencia de los Jesuitas y fue a caer dentro de un patio. Los explosivos detonados también provocaron graves daños en el lugar de la explosión, desde vehículos y edificios cercanos hasta un enorme cráter en la calzada de la calle Claudio Coello, cerca del cruce con la calle Maldonado.

Socavón ocasionado por la explosión.
El vehículo acabó destrozado. En su interior se encontraban el almirante Carrero Blanco, su chófer y un inspector de la Policía que se encargaba de forma habitual de su seguridad personal. El conductor y el escolta del entonces presidente del Gobierno murieron en el acto. En cambio, Carrero Blanco seguía con vida cuando los servicios de emergencias llegaron hasta él. Fue trasladado de emergencia a un hospital de la capital, lugar donde moría escasos minutos después de su llegada.

El cadáver de Carrero Blanco fue trasladado en una ambulancia a la sede de la Presidencia del Gobierno, donde se instaló la capilla ardiente. A la mañana siguiente se celebró el funeral, al que asistieron los entonces príncipes de España, don Juan Carlos y doña Sofía y numerosas personalidades de importante relevancia, como el vicepresidente de Estados Unidos, Gerald Ford, que vino desde Washington.

La muerte de Carrero Blanco provocó un hondo impacto en la clase dirigente y en la población española, también en la oposición antifranquista, pues se abría así un espacio lleno de incertidumbre. “No estalla el pánico, pero se instala el miedo. Y el silencio”, llegaron a escribir periodistas de la época, aunque en medios de la oposición se contemplaba el atentado como un paso hacia el final del régimen franquista.

El asesinato de Carrero Blanco se producía en un momento en el que decadencia física de Franco, quien ya se veía obligado a delegar sus funciones, y  con la evidente descomposición del aparato franquista. A pesar de ello, el sector más inmovilista del franquismo se vio reforzado con este suceso tras el nombramiento de Carlos Arias Navarro como nuevo presidente del Gobierno, un miembro de la línea dura que mantendría este cargo hasta julio de 1976.

Aunque existen diversas teorías sobre los preparativos de la llamada “Operación Ogro”, avaladas por documentos desclasificados de los servicios secretos norteamericanos y españoles que dejan claras las vinculaciones internacionales de los terroristas.

Los tres etarras que formaban parte del comando Txikia, autor del atentado,  eran José Miguel Beñarán, Aragala; Jesús Zugarramundi, Kiskur, y Javier Larreategi, Atxulo. Los tres fueron detenidos y condenados por el asesinato, pero indultados tres años después tras la muerte de Franco.

Como dato aportar  que la proximidad de la embajada de EEUU, a escasos cien metros del lugar del asesinato, donde el presidente norteamericano había estado hasta la víspera, hacía muy difícil la preparación del ataque sin levantar sospechas de los servicios secretos españoles y norteamericanos. Aunque el comunicado hecho público por la banda terrorista señalaba explícitamente que no había existido ninguna colaboración de la CIA y explicaba que “Carrero había sido asesinado porque era una pieza fundamental e insustituible del régimen y representaba el franquismo puro”.

Sin embargo, documentación de la embajada de EEUU en España desclasificada en 2008 señalaba la colaboración de los servicios secretos norteamericanos en el magnicidio y explicaba que el mejor resultado que puede surgir sería que Carrero desaparezca de la escena.

Por otro lado, el análisis de los explosivos empleados, tanto en la ejecución material del crimen, como en la segunda bomba colocada en un vehículo que no llegó a explosionar, apuntan a que la base de Rota, gestionada por los estadounidenses, fue punto de paso y manipulación de los explosivos.

El coche que voló






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