Una de las nuevas caras del PP: Arenales Serrano.
Desde que Mariano Rajoy abriera el pico por penúltima vez, de cuerpo presente no a través del plasma, mi mosqueo va subiendo de nivel y temo verme envuelto por un estado de ansiedad ante la treta que preparan los populares.
Ya sé que está feo citarse a uno mismo, pero la edad permite ciertas licencias y cual gurú el pasado día 1 de los corrientes escribía en Clave Menor que "la derecha está dispuesta a ir más allá, no les basta con renovar, si lo hacen, a sus líderes; ni tampoco, si son capaces, de dar mayor protagonismo a su militancia. No, ellos ya están pensando en cambiar las normas del juego y proponer la elección directa de los alcaldes. Dirán que es un medio de mayor democracia, pero su propuesta también puede ser vista, yo lo veo, como una tabla de salvación para evitar que los pactos postelectorales les arrebaten, una detrás de otra, las principales alcaldías a lo largo y ancho de la piel de toro. La cuestión va a dar mucho que hablar ya que ahora no parece el momento más adecuado para tratar de mantener la poltrona a costa del juego sucio. Sería una treta y lo que hacen falta son tratos".
La polémica está ya, tímidamente, en la calle, pero sobre todo en las tertulias de los medios audiovisuales. Y cada vez que sale la cara de los neopeperos de moda, han quitado del medio a los Pons, Arenas, Mato y Cospedal, para exponer la nueva treta (RAE: Artificio sutil e ingenioso para conseguir algún intento), se me dispara la adrenalina.
Deberían saber que las reglas del juego no se pueden cambiar cuando estamos en los prolegómenos del partido, o ya metidos de patas en plena campaña pre electoral de los comicios locales. Ahí está la adobada reforma fiscal a la carta para tratar de encandilar a la ciudadanía.
Pero da la impresión de que la derecha y su cúpula política (brazo armado de los intereses del poder económico), han debido olvidar el concepto de vergüenza, si es que alguna vez lo sintieron, y están dispuestos a torear de salón pensando que las gentes están aledadas, cuando lo que, en realidad, están más que indignadas. Tengo el convencimiento de que a pesar de los malabares descritos las urnas sabrán ponerlos en su sitio. Que recuerden la histórica fecha del 25-M.
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